CARACOLAS

   Este es otro de los dulces que se me antojaron durante mi primer embarazo (junto con las tartitas de manzana), no en vano cogí 30 kg, y los tenía en el fondo de la memoria, hasta que los ví en la cafetería del barco en mi último viaje a Ceuta en Navidad, y claro... dicho y hecho,  aprovechando una tarde lluviosa de domingo, que mejor excusa para la merienda.  

   La verdad es que el estilo este de caracolitas, da mucho juego tanto en dulce como en salado. Para esta receta versioné una de las masa de brioche de Olga, que para mí es la reina de este dulce, si quereis mirar la cantidad de modalidades que tiene, pasaros por su blog Cocinando con Kisa es una joya.

   

   Ponemos en la panificadora los siguientes ingredientes y por este orden:

   75 ml de leche tibia, 1 yema y media de huevos ya batidos, 35 gr de miel, 25 gr de mantequilla a punto de pomada (calentón al microondas), 25 ml de zumo de naranja, una cucharada de agua de azahar, 250 gr de harina de fuerza y un sobre de levadura de panadería.

   Ponemos el programa de amasado y levado que dura 1 hora y media. Pasado este tiempo, sacamos la masa, enharinamos una superficie (encimera) y le damos un meneito manual para sacarle el aire y que después queden más esponjosas. La aplanamos con el rodillo formando un rectángulo y le esparcimos por toda la superficie una tacita de pasas (que habremos dejado en remojo en agua o vino dulce al menos media hora) bien escurrida y restos de la fruta escarchada que nos quedaran de los roscones, como naranja confitada, etc. cortada en trocitos pequeños.

   Enrollamos formando un rulo y vamos cortando rodajitas como de un centímetro, que vamos disponiendo en la fuente del horno con un papel vegetal. Tapamos con un paño limpio y dejamos a temperatura ambiente durante una hora y media, para que vuelvan a subir.

   Ponemos encima de cada caracola un poco de azúcar moreno y horneamos hasta que se doren, unos 15 minutos. 

   Mientras preparamos un almíbar con 60 ml de agua y 60 gr de azúcar, en un cazo que llevamos a ebullición, apartamos y le ponemos medio sobre de gelatina que habremos diluido en un dedo de agua fría.

   Cuando salgan las caracolas del horno, las ponemos en una rejilla para enfriar y las pintamos con el almíbar de gelatina. 

   Si sobra alguna para el día siguiente, siguen blanditas e igual de ricas. Sólo os digo, que menos mal que no se me ocurrió hacerlas durante el embarazo.